La idea de "no se puede culpar a otros por las decisiones propias" implica asumir la responsabilidad personal de nuestras acciones y sus consecuencias. En lugar de atribuir nuestras decisiones o resultados a factores externos, reconocemos que somos los únicos responsables de nuestras elecciones y debemos enfrentar las repercusiones, ya sean positivas o negativas. Esto fomenta la autoconciencia, el crecimiento personal y la toma de decisiones más deliberadas y conscientes. Además, nos empodera al permitirnos tener un mayor control sobre nuestra vida y nuestro destino.